La gente que me rodea se procura la comida de muchas maneras distintas. La mayoría compra sus alimentos en el supermercado. Los supermercados de su elección suelen estar a poca distancia y allí encuentran sus productos habituales en la forma, el color y el precio de siempre. Otros optan por la comodidad y encargan comidas preparadas por Internet, que luego les envían a la puerta de su casa en bicicleta eléctrica o en un coche pequeño. Otros se alimentan mitad en el supermercado y mitad en el restaurante o la cafetería. Estos son probablemente los métodos más comunes para conseguir comida en Alemania.
Algo está mal
Pero, por desgracia, todos estos conceptos están bastante mezclados en la red del capitalismo globalizado. Esto tiene varias consecuencias:
- los principios que priman son la maximización del beneficio y el crecimiento (de las multinacionales) en lugar de la promoción de la vida y la salud (de la gente y de la naturaleza).
- en lugar de alimentos, se venden productos. Esto significa que lo que se optimiza no es el valor nutritivo, sino la capacidad de venta. El resultado, en casos extremos, es que se presta mucha más atención al embalaje que al contenido. A nivel espiritual, la comida también pierde su significado como dadora de vida cuando se convierte en un producto y, por tanto, su venta pasa a ser más importante que su consumo. Esto nos lleva a debilitar nuestro contacto con la comida y a perder nuestra intuición alimentaria. Entonces nos aferramos rápidamente a los hábitos y nos centramos menos en nuestras necesidades reales.
- el precio de los alimentos ya no está asociado al trabajo de producción, porque el precio lo determina el mercado y no tanto las circunstancias naturales de la producción. A menudo ocurre que pagamos precios demasiado bajos por las verduras crudas, que no compensan el esfuerzo necesario para producirlas por medios naturales. Esto favorece el uso de métodos de producción insostenibles. La desconexión de precios también suele llevar a precios inflados, por ejemplo en los alimentos de cultivo ecológico, porque ser ecológico está muy de moda y, por tanto, la gente está dispuesta a pagar precios más altos por alimentos sostenibles. Para eso, a veces ni se tienen que justificar los precios.
Hay sin duda otras consecuencias, pero este texto pretende en realidad introducir un tema completamente nuevo, razón por la cual interrumpo aquí mis reflexiones.
Un viaje
Hemos visto anteriormente que los métodos establecidos para obtener alimentos crean algunos problemas. Pero, afortunadamente, hay muchas otras formas de abastecerse de alimentos. Algunos plantan sus hortalizas en el jardín o en el balcón, otros rescatan alimentos de los contenedores de basura, otros se organizan, rescatan los alimentos antes de que lleguen a la basura, crean agricultúras solidarias o comparten los racimos a granel del mayorista. Sólo en Alemania hay un gigantesco ramillete de proyectos de lo más variopinto que comparten el núcleo de adquisición de alimentos más sostenible y saludable. Ya estoy familiarizado con algunos de los conceptos de las narraciones y los libros, y yo mismo he probado algunos de ellos, pero mi sensación es que aún queda mucho por descubrir y que estos descubrimientos deben hacerse en la vida real.
Por esta razón, he decidido dar el paso. Quiero aprovechar los próximos meses para viajar por Alemania y Europa en busca de proyectos que produzcan alimentos de la forma más creativa, sana y sostenible posible.
Mi viaje comienza en primavera y en Hamburgo. Para empezar, remontaré el Elba y me dejaré llevar de boca en boca. Para descubrir incluso los oasis más pequeños y escondidos de producción de alimentos sanos, iré despacio y viajaré a veces a pie, a veces en bicicleta. Procesaré mis experiencias y las recopilaré aquí con la esperanza de inspirar a otros. El destino de mi viaje es secundario, y lo digo en sentido geográfico y metafísico. Quizá los proyectos que encuentre me inspiren para crear los míos propios. Pero quizá prefiera unirme a un proyecto ya existente. Una vez más, quizá descubra que viajar no es para mí y regrese a mi vida urbana en Hamburgo para seguir investigando el abastecimiento urbano de alimentos. Una vez más, quizá mi vida nómada resulte acertada y siga siendo un viajero. Todo esto y muchos otros resultados son concebibles y bienvenidos. La meta es el viaje y el viaje se forma con el tiempo y el tiempo es un amigo.
Los preparativos de mi viaje han comenzado y pronto aparecerán los primeros informes en este sitio.